Un grupo de pescadores alerta de vertidos fecales directos y sin control al cauce del río

«De forma habitual por este punto suele salir un liquido azul y espumoso que va directamente hacia el río, por no hablar de las compresas, gasas y restos orgánicos que por aquí se vierten», indica Felipe, un joven pescador habitual de estas aguas para denunciar la situación en la que se encuentra el Boeza a su paso por Ponferrada. Estar en ese punto sólo puede ser una cuestión de segundos. El fuerte mal olor obliga a alejarse e indica que lo que sale por ese hueco abierto –a la altura del barrio de las Quintas— no son, precisamente, aguas tratadas.

Así lo confirma el lecho del río. Y es que lo que debería ser un cauce limpio se ha convertido en una auténtica cloaca en la que se concentran todo tipo de agentes contaminantes, utensiliso de higiene íntima, aguas de color turquesa y fondos negro-parduzco que confeccionan una imagen que «no invita a entrar en contracto con la naturaleza», señalan. Una situación que, aseguran, no es de ahora, — «cuando vienen los del Seprona a pedirnos las licencias de pesca se lo denunciamos, y nos contestan que ya hay tramitadas tres denuncias, pero nada cambia», señala Santiago, otro aficionado a pescar en la zona—, pero que se ha visto agravada por el escaso caudal que lleva el río. «Cuando vienen las riadas limpian el fondo. Llevan toda la porquería al río Sil y esto está limpio durante 15 ó 20 días, pero después la situación se reproduce», afirman.

Sin embargo, la riadas no sólo limpian el río, también hace que se colapse la red de saneamiento que discurre en paralelo al cauce del Boeza —y que va ganando en altura según el río se aproxima a su desembocadura en el Sil—, lo que provoca que este camino de servidumbre se convierta, cuando bajan las aguas, en un depósito de inmundicias. «Venir aquí con niños para aficionarlos a la pesca es una temeridad. De hecho, pese a estar en el caso urbano, no lo hacemos. Nosotros porque venimos con los vadeadores, pero ¿cómo dejas a un niño en la orilla con lo que hay?».

Desde el colectivo de pescadores se pide a las autoridadades que intervengan ante el deteriodo que está experimentando la zona. «Recuerdo de niño, que mi padre me enseñó a pescar aquí. Había peces y hasta carpas, pero han desaparecido. Ahora sólo quedan truchas, y, la verdad, no sé cómo son capaces de sobrevivir aquí», apuntan mientras señala en el río un ejemplar adulto de este salmónido.

Los pescadores aseguran que los colapsos en la red son habituales.

En esta zona está permitida la pesca ‘sin muerte’. Toda una paradoja con la amenaza contaminante a la que a diario se tienen que enfrentar los peces para salvar sus vidas. «Ahora estamos en época de freza, es decir, que las truchas deberían estar desovando. Es el momento de la reproducción y en él, la hembras excavan sus nidos en el lecho y las grandes a menudo frezan en gravas más gruesas y entierran sus huevos. Algo aquí impensable, ya que en el fondo del río hay un palmo de basura», señala mientras que asegura que «los únicos ejemplares que hay aquí son adultos». ¿Adaptación al medio hostil? La respuesta la han obtenido los propios pescadores en sus capturas. «Al liberarlas del anzuelo he visto la boca de algún ejemplar todo lleno de, como heridas, y en otros ejemplares he detectado manchas en la piel», señala Santiago.

Ante esta situación, el colectivo de pescadores pide a las administraciones competentes que actúen para poner fin a esta situación del medio natural y, de paso, «acabar con la mala publicidad que se está haciendo de Ponferrada en casi todos los foros de pesca por este basurero».